martes, 22 de diciembre de 2015

ABRIENDO CAMINOS EN DONDE NO HAY, entrevista a Daniel Irigoyen



Fusión sin límites. Ese parece ser el lema de Daniel Irigoyen, y el timón que guía su obra desde hace cuatro décadas. Ese es el tiempo que transcurrió desde que este pionero del rock nacional (amigo de Litto Nebbia, Alejandro Medina, Tanguito y Spinetta, entre otros, además de vocalista de Los Mentales) abandonó Argentina, escapando de la persecución política y la censura, radicándose en Alemania. Justamente allí, en Hamburgo, formó parte de un grupo llamado Chilam Balam, entre 1980 y 1984. Una experiencia inusual que se sumergía en el jazz rock, fusionándolo con los sonidos latinos y el soul. Ahora, en este 2015, por primera vez es editado en cd la obra de este grupo de culto, en el álbum Extraterritorial. En esta entrevista exclusiva, Irigoyen nos cuenta la historia de Chilam Balam, además de sus otras últimas producciones y proyectos.

ENTREVISTA> ¿Cuándo empieza la historia de Chilan Balam?
A finales de los 70. En esa época, ya tenía cierto currículum como percusionista, principalmente como conguero en diferentes formaciones de música afrolatina. En esos tiempos, acá en Alemania no había percusionistas latinos abiertos a otras tendencias musicales, y los pocos que había, o eran salseros o brasileros que no salían con facilidad de esos estilos musicales. Una noche en una presentación con una de estas bandas afrolatinas en una concurrida discoteca de Hamburgo, conocí a Charly Kingson, un simpático y corpachón afro jamaiquino bajista y cantante ya fallecido en Londres por una deficiencia cardíaca  (según me contaron, después de un show), que me propuso tocar en Friendship y Funkhouse, dos de sus bandas de jazz fusionadas al funk, con las que pronto empezamos a rodar por diferentes clubes de la zona y en las que también hacía coros en un par de temas. Una tarde mientras hacíamos la prueba de sonido con Funkhouse en un conocido club de Hamburgo, se me acercó Wilbert Hirsch, un freak melenudo que estaba escuchando desde la consola, preguntándome si tendría ganas de acoplarme como percusionista y “eventualmente” como cantante en una banda de hard-rock de la que era productor y guitarrista, lo que acepté sin tener la menor idea de la música que hacían.

Ni lo pensaste…
Totalmente. En ese momento, con Funkhouse ya habíamos grabado un par de aceptables demos, y antes de que Charly Kingson decidiera irse a vivir a Londres, dimos un par de conciertos más en el mítico Önkel Pö, un club lamentablemente desaparecido de la escena musical de Hamburgo, donde tanto Pat Metheny, como Al Jarreau, Brecker Brothers y tantísimos otros estadounidenses e ingleses de la escena del jazz, soul, rock y pop venían a tocar, antes de ser mundialmente reconocidos. Al final, la banda de hard-rock a la que había sido invitado por Hirsch sería Zorro, en donde terminé siendo su cantante. Con este grupo grabamos siete temas en uno de los estudios más grosos por aquel entonces en Hamburgo, con (grabadoras) Otari de 24 tracks y cinta de 2”, sin tener que pagar los costos, ya que el trato consistió en grabar tres temas –extras- instrumentales (libres) para entregar a una firma internacional de producciones de películas publicitarias. El baterista de Zorro era Goetz Steeger, el austríaco que pasó después a ser miembro estable de Chilam Balam y con el que poco antes, después de que Zorro desapareciera, formamos Banda Iluminada, mi primer proyecto personal acústico con Goetz en Marimbas y vibrafón, los alemanes Manfred Knauff en bajo y Hank Peter Trede en Fender Stratocaster y yo en voz y percusión.

Como de costumbre, estabas a full…
Sí. Pensá que, paralelamente, había sido convocado para tocar y grabar con la United Nations Jazz Rock & Lyric Orquestra (I), liderada por el guitarrista hamburgués André Rebstock, uno de los primeros pioneros alemanes de la cultura jazzera multi-kulti, como dicen en Alemania, o mezclas culturas, con el que grabamos su segundo disco en la ciudad de Hannover, llevándome enganchado a Goetz Steeger como marimbafonista, ya que André Rebstock me había preguntado si conocía a alguien que dominara ese instrumento. En esa interesante experiencia me hice responsable de la percusión y cantando un par de espírituals en alemán junto con la negra sudafricana Audrey Mothaung, además de ser parte  del ensamble vocal que complementaba este proyecto de Rebstock, junto con la turca Suna Wölk, el chileno Ulli Simon, y las alemanas Susanne Bottlinger, Karin Tschamper y Renate Fresow.
En un momento de la grabación, monitoreados en cabinas separadas, me había quedado impactado con el arte y versatilidad del pianista, que resultó ser el hannoveriano Volker Griepenstroh, con el que Goetz y yo coincidimos en química emocional y musical. Y dado de que Volker planeaba mudarse a Hamburgo, dejamos abierto un futuro encuentro cuando él estuviera dispuesto, cosa que sucedió al poco tiempo de esa sesión de estudio en Hannover.

Y ahí en Hamburgo, tu ciudad, largan con este nuevo grupo…
Sí, porque enseguida Volker me llamó y así fue como tuvimos un primer encuentro de zapada total en la misma sala de ensayo donde lo veníamos haciendo con Zorro y la Banda Iluminada, en el primer piso de un antiguo depósito de neumáticos para coches con olor a taller mecánico, que estaba debajo de un inmenso puente de ferrocarril no muy lejos de donde hoy vivo. Goetz había aparecido con un músico altísimo con el que había tenido experiencias en Thyl, una banda de New Jazz, que estaba a medio camino de Pat Metheny y Double Imagen, que resultó ser el leonino y efectivo bajista Michael Hayer, con el que quedó definitivamente formado el cuarteto.

¿Cómo se les ocurrió hacer este tipo de música en una época, los ´80, en la que reinaba el pop?
Es que desde el principio los ensayos fueron compactos y sustanciales y entre nosotros nadie trató de esforzar una situación para seguir estereotipos o modas de nada. Cada uno fue aportando su musicalidad a la composición presentada, es decir que la fascinación de hacer música juntos poniendo en juego nuestras respectivas habilidades y conocimientos, estaba más motivada por el placer natural de que fuera surgiendo un sonido original propio, sin intenciones de parecerse a tal o cual variante de moda, aunque algo de eso hubo al final de la experiencia, cuando el jazz empezó a mermar en los arreglos e ideas de interpretación para ganar más público relacionado a la música Pop.

¿Y cómo se fue “cocinando” el sonido del grupo?
La cosa es que instrumentalmente la gran versatilidad de Volker como pianista de jazz, en combinación al talento y carisma de Goetz como baterista y en las marimbas, sumado a la precisión de Michael con su (bajo) Fretless macizo, habían dado el “punto de encaje” perfecto, junto con mi percusión latina y la forma de cantar mis textos espiritualistas-contestatarios, que desde Los Mentales sigue siendo mi mejor forma de expresión, a pesar de que el público under alemán, obviamente, no entendía nada de lo que yo cantaba –incluyendo también a los músicos que me acompañaban-, situación trivial que no impedía para nada que la atmósfera que desprendía la banda cada vez que tocábamos pegara en la panza y en la mente de la mayoría.

¿Enseguida te diste cuenta de este potencial en vivo del grupo?
Por supuesto. Y esa es una de las razones por las que edité ahora este viejo material: la espontaneidad y receptibilidad musical que irradiábamos entre nosotros, donde no había líderes de nada. Situación que suele darse en una banda, no sólo por el dominio o talento que cada cual tenga en su instrumento, sino también cuando los músicos que desarrollan juntos un sonido en particular se respetan mutuamente.
En nuestras presentaciones, aunque los arreglos se tuvieran que tocar tal cual, sonábamos compactos y siempre frescos. Por ese sonido análogo de la época que desprenden los temas y por la justeza y feeling de lo que tocábamos en el momento, con estos relajados músicos mientras duró la banda nunca tuve problemas de entendimiento musical, porque cada uno sabía por intuición y sensibilidad lo que tenía que hacer con su instrumento sin molestar al otro. Chilam Balam fue una experiencia muy importante para mí como latino con tres europeos (no fanáticos nacionalistas) en que me sentí respetado y admirado.

¿Cómo fue el proceso de composición de este material?
Volker y Goetz proponían las cuestiones armónicas en las que después se iban armando los arreglos orquestales entre todos, ya madurados venían los textos. En los casi cuatro años que duró el grupo, nuestro repertorio pasó por varias vertientes, al principio mucho jazz y zapadas voluptuosas dependiendo del escenario en el que actuábamos. Esa fue, posiblemente, la mejor época del grupo.

¿Qué referentes musicales tuvieron?
Entre algunos covers propuestos por la pianística de Volker, había temas de Bud Powell y otros clásicos del Real Book, a los que les dábamos vuelo propio, fusionándolos con rock, latin y soul sesentero. Después, a partir de la aparición de un mánager que quería que pasáramos a escenarios más grandes, la cosa se empezó a desviar para el lado del pop, lo que terminó por deformar y condicionar el carácter original de la banda.

¿Cómo fue la repercusión de este repertorio en su momento, en Alemania, teniendo en cuenta lo inusual que podía ser para el público germano un material cantado en español?

Depende de lo que entiendas por “repercusión”, Chilam Balam tocaba donde nos dejaban, preferentemente en clubes chiquitos pero concurridísimos, no éramos una banda de público masivo. Nuestro público era una mezcla rara de jazzeros, popis y de la -por aquél entonces extendida- escena “subterránea” de freaks -algo diferente a esa búsqueda que cristalizó favorablemente en la década de los sesenta en diferentes ciudades del planeta, en ese movimiento de amplia repercusión cultural al que finalmente intelectualizaron con el nombre de underground-. A veces caíamos en clubes en que solían aparecer barritas de latinos curiosos, lo que acrecentaba el entusiasmo. El hecho de cantar en castellano no era lo fundamental para tener una buena convivencia con el no siempre receptivo público alemán, mi voz ensamblada a la banda era la cosa, no tanto el significado de lo que cantaba, yo hacía mi laburo como lo hacían mis otros compañeros, se tocaba y se exponía el cuerpo y el alma, el resto como es costumbre es anecdótico.

¿Y por qué no siguieron con Chilam Balam?
Lamentablemente al final de nuestro periplo cuando había aparecido un mánager enamorado del sonido que habíamos logrado y el que nos pagó los costos de estudio proponiéndonos ampliar miras para empezar a tocar en festivales de jazz organizados, los egos independistas de Volker y Goetz pudieron más que todas las promesas, desarmándose la banda de un día para otro. Michael (el bajista) quedó muy afectado. Nunca voy a saber las verdaderas razones que motivaron esa situación, ya que Hans Bühner, nuestro mánager, que en paz descanse, ya no está aquí para contármelo.

¿Qué clima de época te inspiraba estas letras, luego de tu exilio a mediados de los 70?
La mano de búsqueda interna ya venía barajada desde mucho antes de mi huida de Argentina. Quiero decir que esas letras de unidad, desolación, de lucha valiente y renacimientos, eran la consecuencia del espíritu nómade que empezó a crecer en mí desde que mi vieja se borrara de la pieza cuando todavía no había cumplido los cinco. Así fue como a través de los años la terapéutica callejera de la poesía se fue haciendo mi aliada angélica, con lo que pude ir zafando con cierta dignidad y decoro de los fantasmas del pasado. Después de algún viraje por las galaxias convulsas del destino, el aterrizaje imprevisto en la Alemania dividida en dos formas hipócritas de concebir la vida, contribuyó a que madurara esa visión alegórica de mundialización de la conciencia. Como, por ejemplo, en (la canción) “Derrotando al Dragón”, como una propuesta para la unidad esencial del Ser, que revela el proceso de cambio que opera en los ritmos de la existencia, contemplando el futuro de la humanidad en términos de una civilización planetaria orgánica. Una utopía que continúa asomándose tímidamente en el horizonte de algunas conciencias como si el tiempo no hubiera pasado, porque los símbolos y actitudes mentales de la gente siguen siendo los mismos, el mundo de los noticieros continúa conflictuado por creencias, por ideas, fórmulas que dan seguridad psicológica siguiendo ciertos métodos que sólo funkan para unos pocos. Los copados con el poder no se interesan por la gente sino por ideas, y como dice Krishnamurti: “la acción que se basa en ideas tiene inevitablemente que engendrar separatismo y desintegración”. Por lo que la situación global sigue en candela, como diría un cubano, no obstante si se persiste con verdadero amor, la vida sigue valiendo la pena por supuesto.

¿Es la primera vez que se edita este material?
En CD sí, en YouTube andan circulando algunos videos clips, que nuestro ya desaparecido mánager y fotógrafo nos había hecho en su estudio, un poco antes del desarme de la banda, videos que también se pueden ver en mi página www.danielirigoyen-songwriter.com

¿Cuál es tu balance de este repertorio, tantos años después de haberlo registrado?
Absolutamente positivo.
Después de 32 años de esta importante  experiencia, viviendo en Alemania, con mi amada esposa al fin nos decidimos a hacer este CD, inaugurando así nuestra propia discográfica Aliada Luz Records para continuar dentro de lo posible editando mi música física y virtualmente sin intermediarios. Aunque también he tenido otras experiencias por el camino como cantante, por la justeza y espontaneidad de lo que se dio y por el ambiente de libertad que se respiraba cuando tocábamos, para mi Chilam Balam fue de vital significación como cantante en una banda compacta desde Los Mentales, razón por lo que decidí digitalizar esta vieja grabación para los posibles  interesados en la música que estuve haciendo durante aquellos años.

¿Alguna vez fantaseaste con como hubiese sido recibido este grupo de haber podido tocar en Argentina?
Imagino que, de haber tenido el poder adquisitivo para organizar el viaje con toda la logística, como la que reciben los músicos norteamericanos o europeos que van a tocar allá, con estadía paga y honorarios como se estila en el show business internacional, creo que hubiera sido un verdadero golpe de gracia y ascensión en mi vida. Aunque siendo realista, sin mentirme y con algo de escepticismo respecto a lo ambivalente que suelen ser los porteños en el ámbito de organizadores de eventos, redactores de revistas, y músicos famosos con los que alguna vez tuve contacto, no habría sido muy fácil que Chilam Balam se presentara en Obras o en el Coliseo ante un público numeroso. No sólo por ser unos “desconocidos totales” de la grasa de las capitales –porque, aunque mi persona haya participado alguna vez en tal o cual evento masivo, obviamente todo eso ya pasó a la historia y al olvido-, como por tratarse de una banda no apta para metaleros, ni para seguidores del post-punk, pop eléctrico licuado con reggae o rock casual con guitarras aceitosas de lo que creo se venía haciendo masivamente por aquél entonces. Por lo que a mi entender, Chilam Balam era una buena banda para clubes chicos atestados de gente interesada en la música bien tocada y transmitida, no tanto para públicos que esperan lo que venga de sus ídolos.

Pero imaginando el vaso medio lleno, me decías…
Jajá. Que aparecer a principios de los 80 por Baires con esos tres músicos potentes, me hubiera dado tal vez cierto carisma como comunicador de ideales anti-establishment y posiblemente también una buena aceptación como cantante y percusionista todo terreno en el ambiente del jazz y la fusión local, que salvo algunos muy pocos dedicados, la mayoría de los que grababan discos y llenaban teatros por aquel entonces, poco y nada tenían que ver con el sonido que Chilam Balam había logrado espontáneamente sin productores o acoso discográfico. Por lo que también es posible de que fuéramos recibidos con total indiferencia por parte de los acostumbrados a comer siempre el mismo arroz del rock nacional. Lo digo sin paranoias ni prejuicios, con la comprensión de la idiosincrasia de algunos argentinos que les cuesta ampliar la mirada más allá de su propio firmamento terreno. Posiblemente hoy debido a que las distancias en el mundo se acortaron, la situación de la escena porteña sea otra.

¿En ese momento, alguien escuchó acá lo que vos estabas haciendo en Alemania y te dio su impresión al respecto?
Por aquellos años viviendo en Alemania moralmente con el corazón bien alto, el acontecimiento de sentirme fuertemente respaldado por tres músicos versátiles con los que veníamos rodando en repetidas mini-tournes exitosas, me había motivado a enviar la música de Chilam Balam a gente copada de Baires para tantear el ambiente. Un par de casetes habían ido a parar a manos de músicos de mi generación, hoy altamente considerados en el ámbito de los llamados pioneros del rock argentino, con los que históricamente en su momento había tenido el gusto de compartir vivencias y conocernos de cerca.
De uno de ellos, al final, recibí una minimalista crítica algo despectiva y no muy alentadora sobre el aparente arte compositivo incoherente de mis compañeros, en relación a lo “indescifrable o incomprensible de lo que canto en un estilo de fusión que ya no camina”, etcétera. A pesar del bajón, mi ego optó por aguantar el sablazo, dándome cuenta sin rencor que el que juzga o traduce lo que percibe, siempre termina por deformarlo de acuerdo a su “trasfondo” de vida, en este caso su currículum de muchos años como músico localista dedicado a hacer una música X para un público X. Este suceso trivial de hace más de 30 años por parte de este amigo músico argento que quedó incrustado en la emoción de los sentimientos, no fue por desatino, bronca acumulada o envidia, sino simplemente porque yo vivo “fuera” del terreno devocional al que ellos se deben como argentinos “gladiadores” del rock, y que hacen música para argentinos de allá y punto.

Quizás lo peor haya sido que era la crítica de un colega, como decías…
De cualquier forma, sería de ignorantes juzgar y justificar ahora ese episodio, no tiene sentido. Que hipersensibles tocados por la luna te rechacen por ser un mal músico o persona no es algo para tomar jamás en serio. ¿Quién es el que te juzga? ¿Quién es el que se siente incómodo? ¿Quién se queja? Al no tener dogma, uno puede volver a acomodarse en su asiento visceral preferido para continuar el diálogo, cuyo efecto es equilibrar la visión equivocada de la gente, o su visión parcial de lo que perciben. Si mi destino existencial hubiera sido “hacer carrera” como cantante y compositor de mis tocos existenciales en Argentina, posiblemente también yo andaría hoy tambaleante de neurosis acumuladas y tan metidamente dependiente de mi pedestal de “divo” del sacrosanto Rock Argentino, que me sería imposible mirar a los ojos a alguien de mi generación fuera del cielo patrio, mirar a alguien que también sueña, copula, defeca y juega a ser eterno en el complicado arte de vivir haciendo música y escribiendo metáforas, quién sabe.

¿En Alemania también pasa eso entre los músicos hacía sus colegas?
No. Esta cuestión de los estrechos patriotismos, fanatismos y antagonismo mezquino entre músicos relacionados al rock nacional no existe en Alemania. Por supuesto que la industria del show business también aquí es un monstruo de 1000 cabezas, y las modas de lo que hoy suena en los medios se llevan la palestra. Pero ni la prensa, ni los ídolos de las diversas tendencias y caracteres de estilos musicales se tocan el culo entre ellos, por lo que siempre ha habido públicos para todo lo que suena bien o mal. Todo el espectro de la música organizada convive en los mismos devenires de públicos adictos al tecno-disco de DJs, el rock bizarro, trash, metal, folk, etno, jazz, etc. También hoy, ante cualquier tipo de cultura frívola que se venga imponiendo, todavía siguen existiendo artistas -aunque nunca con la altura y originalidad de los ´70-  dispuestos a una entrega total. Podés cantar tu cosa en alemán, castellano o francés, pero es la música y el fuego que transmitas lo que va a ser valorado. Que seas argentino, africano, hindú o alemán da igual, aunque sin agencia de contrataciones y el respaldo de alguna discográfica, por acá nada camina.  En todo caso, con o sin respaldo comercial, como en el jazz o en ciertos aspectos del rock elaborado, lo que cuenta cuando hacés música, no es tanto lo que hacés sino cómo lo hacés.

¿Y cómo te relacionás con estas problemáticas acerca de ser artista?
El enigma de mi empecinamiento en continuar descubriendo quien soy y porque todo esto que nos pasa a todos, antes o después del ansiado despertar, sigue adelante. La comprensión de uno mismo es un proceso muy complejo, pero poquito a poco uno va descubriéndose sin autoridades filosóficas, políticas, místicas o ídolos de nada. Tenemos las palabras para comunicarnos con cierta certeza de “unicidad”, porque “solari” en una cueva la cosa se complica. Aunque la filosofía del “individuo” nos siga carcomiendo la mollera, nada puede vivir en el aislamiento. En la interrelación copada uno puede descubrirse espontáneamente tal cual se es, por eso existen la música y los escenarios. Igual en qué situación social o psicológica te encuentres en esta vida, la música y las palabras siguen teniendo fundamento mientras seamos honestos con lo que hacemos. Pero como ya te digo, sin una infraestructura sólida que te respalde, permitiéndote hacer lo que querés, cada vez es más difícil y complicado subir a los tablados con una banda completa.

¿Por qué, a pesar de estar radicado hace muchos años en Alemania, seguís componiendo en castellano tus temas?
Vos sabés que, a pesar del tiempo cronológico de los años que llevo “fuera de Argentina”, salvo la única experiencia cantando en inglés en la banda de hard-rock Zorro, o la vez que grabé aquellos espirituals en alemán en el proyecto de André Rebstock, hasta el día de hoy nunca dejé de escribir en castellano los textos que canto. Y creo que no es solo por mis imperfectos conocimientos del inglés o el alemán, sino más bien porque es una forma de atemporalizarme en el lenguaje del corazón que mejor domino. Una cuestión de identidad íntima que me tiene atrapado cronológica y psicológicamente en el tiempo, pero que, paradójicamente, me sigue salvando de cualquier mediocridad a la hora de cantar mis tonadas.

¿Por qué a la música de tu álbum Sueños Peligrosos (2010) la denominás como “fusión latina sin límites”?
Porque eso es lo que creo identifica mi forma de composición en ese disco. Para zafar de los rótulos comerciales encasillados del mercado, le agregué “sin límites” como una forma de ampliar el espectro musical de lo que ofrezco con todos los colores del arco iris.
 
¿Y qué diferencias y similitudes encontrás entre ambos álbumes?
Una gran diferencia es que Extraterritorial es un disco de una banda, en la que sus integrantes grabaron todos juntos y en directo, y en unos pocos días; mientras que Sueños Peligrosos -a pesar de la contribución de los músicos amigos que me acompañaron, algunos física y otros virtualmente- es una obra idealizada, compuesta, arreglada y ejecutada por mí en solitario. Un disco en el que invertí algunos largos años de intenso trabajo. Las similitudes pueden estar no tanto en el sonido o carácter de las composiciones y arreglos orquestales, sino en la temática contestataria de mis textos.

¿Y, dentro de las tendencias musicales actuales, con el material de que artistas o estilos emparentarías el material de Sueños Peligrosos?
No me siento a gusto cuando tengo que comparar con otra gente el sonido del producto final de lo que hice. Dios me libre de compararme con nadie de los que admiro. No es mi impronta. Cada músico tiene un trip diferente en el mate cuando compone. Los procesos de hacer un disco pasan por muchas etapas. La historia empieza primero cantando algo en el piano o con la guitarra. Dependiendo por donde te ande el corazón, la historia se irá definiendo. A veces una idea trivial desemboca en un buen tema para ir armándolo rápidamente en el estudio si estás atento a sus significados. Otras veces la cosa no camina como uno quisiera y se abandona. Si me meto a grabar algo con todas las letras, es porque me gusta y estoy convencido de que va a sonar grosso. Estéticamente, mis composiciones tienen un carácter armónico y melódico muy personal. Los grooves y arreglos rítmicos están emparentados a síncopas afrolatinas, brasileras-souleras-rockeras de las que a mí más me fascinan a la hora de componer música. Dentro de las tendencias musicales actuales no conozco a nadie que se asemeje al sonido de ese CD.

¿Y qué te inspira a componer estas letras tan comprometidas en esta actualidad en donde, cada vez más, se analiza (a veces con más precisión que otras) el contexto socio político de los 70, luego de que en los 90 fuera proclamado el famoso lema neoliberal del “fin de las ideologías”?
Toda crítica filosófica o visión de la realidad con lo que especulamos, casi siempre es de corte analítico. Pero creo que en mi forma de sintetizar el significado de lo que va pasando por mi cabeza cuando prendo la televisión o me quedo mirando una discusión en la calle por trivialidades, el análisis se confunde con ráfagas de sensaciones o imágenes inspiradoras que después con algo de suerte trato de plasmar musicalmente de acuerdo al espíritu “tonal” del tema que voy a cantar. Los temas relacionados a la supervivencia, la libertad, el amor, el miedo y los desequilibrios sociales que tienen empantanado al ser humano, siempre fueron el motor inspiracional de mis textos.

Nombrame un ejemplo de esto que me señalás…
Por ejemplo, el tema que da título al CD, “Sueños peligrosos”, es una alegoría sobre los fundamentos en que se basa la existencia materialista de los humanos, en un paraíso terrenal ficticio o no, en el que ocupadísimos en sobrevivir nuestras grandezas o miserias en las grandes ciudades, dejamos escapar lo más importante y lo más precioso de la vida. La ilusión del tiempo que nos hace vivir de forma compulsiva y, casi exclusivamente, mediante el recuerdo y la anticipación, por esa promesa de salvación de una realización de algún tipo para obtener reconocimiento en la sociedad. El fondo de mi mensaje se basa más en el drama de las dudas de nuestra identidad, no como argentinos, latinoamericanos o tercermundistas, sino más bien como seres sensibles que por afán de glamour y riquezas se vuelven déspotas e insolidarios. Una denuncia del absurdo de vivir y morir por alcanzar tal o cual status en la sociedad, con muy pocos fundamentos del alma para mejorarnos como personas, pero sí para tener poder sobre otros.

En medio del escepticismo actual de gran parte de estas sociedades, donde la hibridez parece reinar, ¿cómo crees que empiezan a tallar estos “sueños peligrosos”?
La mano salvadora, la del verdadero consuelo está en nosotros mismos, no en una ideología, o en una religión dogmática que te prometa el paraíso. Parecerá cosa e´ mandinga, pero somos nosotros mismos los que proyectamos ese “malestar” idiota que no nos deja ver lo que es y no porque te lo haya aclarado tal o cual libro sagrado, gurú o el taxista de anoche. Antes de entender la sociedad, tenemos que entendernos a nosotros mismos “relacionándonos”, no evadiéndonos con el chupi, las drogas, la política, el sexo o la religión.

Entonces, aún hay espacio para las utopías de hace 40 años, ¿no?
La utopía que nos chifla desde el fondo del sueño, es que el nuevo orden social tiene que estar establecido por uno mismo ahora y ya sin ninguna agresividad, ninguna violencia ni odio, no por tal o cual idea revolucionaria de lo que dijo alguien, sino porque tu corazón te lo está pidiendo sin tener que pedirle permiso a ningún tipo de autoridad convocada por el miedo.
La casa de la conciencia que llevamos a cuestas y en la que no podemos entrar por cabezones, creo que es la consigna sanadora. Por lo que hay que tratar de entrar de la mejor manera posible sin esforzar las puertas del bobo. Son demasiadas cosas acumuladas como para borrarlas de un plumazo de la cabeza, todavía tenemos que aprender a reconocernos como prisioneros de todos los condicionamientos de la jaula psicológica en la que nos metieron desde el jardín de infantes. Como prisioneros de nuestras costumbres, pesamos demasiado. Vivimos aplastados bajo el peso de nuestras acumulaciones de memoria, aunque seamos conscientes de nuestro nombre, currículum y del lugar donde vivimos, seguimos siendo torpes y contradictorios por sentirnos engañados por el sistema. Tal vez si supiéramos eliminar de cuajo el pertinaz egocentrismo de que hacemos gala los seres humanos, podría comenzar al fin una nueva era en el planeta.

¿Cómo autofinancias estas ediciones independientes?
Tocando y haciendo laburos en mi estudio con los que se asoman por tal o cual historia de grabación o re-mezcla. En los últimos años hubo cierto abaratamiento burocrático en las ofertas del mercado especializado. El hecho de tener mi propio estudio y de controlar personalmente todos los “detalles” de edición, me ha facilitado las cosas. Aunque en el neocapitalismo nadie regala nada, tampoco es mucha la guita que se necesita para que te impriman una producción de 300 CDs de vez en cuando.

Para terminar, ¿cuáles son tus proyectos actuales?
Como siempre, entusiasmado y concentradísimo componiendo, arreglando, escribiendo letras y grabando de a poco los temas de mi próximo disco, que ya está caminando, pero que necesitaré todavía cierto tiempo para terminarlo.

¿Y tenés más material antiguo en las gateras esperando a ser editado como el de Extraterritorial?
De material antiguo, por ahí me decido y agrupo un compilado de las últimas bandas que tuve, y si llego a un acuerdo con el que fuera su productor ejecutivo, por ahí digitalizo el vinilo Brisas, de la banda Camalote, de la que fui cantante entre 1985 y 1986, aunque aún tengo que reflexionar seriamente si merecerá o no que lo edite.

Emiliano Acevedo


2 comentarios:

  1. Gracias Emiliano! Este tipo de chamuyo me ha hecho muy bien para ir redondeando el silencio sagrado de esa música interna del alma que no dejará nunca de sonar .. Abrazo fuerte!

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  2. Gracias a vos, maestro! Es un placer y un privilegio para Intersticio poder entrevistarte...

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